Jue. Nov 6th, 2025

 

La capital mexicana enfrenta uno de los mayores desafíos urbanos del siglo XXI: reducir las emisiones del transporte sin frenar la movilidad de millones de personas.

La Ciudad de México es una de las metrópolis más dinámicas y pobladas del mundo, pero también una de las más contaminadas. Según datos de la Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA), el transporte representa más del 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la capital, una cifra que revela el enorme peso de los automóviles, autobuses y camiones en la calidad del aire y en la contribución al cambio climático. Frente a este panorama, la ciudad ha comenzado una transformación profunda en su modelo de movilidad para alinearse con los compromisos internacionales de reducción de emisiones.

Un problema histórico con rostro moderno

Desde los años ochenta, la contaminación atmosférica en el Valle de México ha sido un tema crítico. Aunque programas como el “Hoy No Circula” o la introducción de combustibles más limpios ayudaron a reducir las concentraciones de plomo, ozono y partículas finas, el crecimiento del parque vehicular —que supera los 5.5 millones de automóviles particulares— ha neutralizado parte de los avances.

El cambio climático agrava la situación. Temperaturas más altas y menor dispersión de contaminantes hacen que el aire de la capital sea cada vez más difícil de limpiar. Por ello, los esfuerzos actuales se centran no solo en restringir el uso del automóvil, sino en transformar estructuralmente el transporte público y acelerar la transición hacia energías limpias.

La electromovilidad como eje del cambio

Una de las estrategias más ambiciosas de la CDMX es la electromovilidad. En los últimos años, la ciudad ha incorporado flotas de trolebuses y autobuses eléctricos, junto con la expansión del Cablebús, un sistema de transporte por teleférico que conecta zonas de difícil acceso en Gustavo A. Madero e Iztapalapa. Estos proyectos no solo reducen emisiones, sino que mejoran la accesibilidad y los tiempos de traslado para miles de personas en zonas históricamente marginadas.

El Trolebús Elevado de Iztapalapa, inaugurado en 2023, se ha convertido en un referente internacional: opera con energía limpia y transporta hasta 150 mil pasajeros diarios. A la par, el Servicio de Transportes Eléctricos (STE) avanza en su meta de reemplazar unidades de combustión por vehículos eléctricos en varias rutas clave, con la meta de lograr una red completamente cero emisiones para 2030.

Transporte público eficiente y multimodal

La capital también impulsa una interconexión más fluida entre sistemas. Iniciativas como la Tarjeta de Movilidad Integrada permiten pagar metro, Metrobús, Ecobici y Cablebús con un mismo medio, facilitando el uso combinado del transporte público y desincentivando el uso del automóvil particular.

El Metrobús, con más de 125 kilómetros de corredores, ha introducido autobuses de gas natural y eléctricos, lo que ha permitido reducir hasta en 35% las emisiones de CO₂ por pasajero transportado. Además, la incorporación de carriles exclusivos ha mejorado la velocidad promedio y disminuido la congestión en avenidas estratégicas.

Incentivos y regulaciones para el transporte privado

Paralelamente, la ciudad busca transformar el transporte privado mediante incentivos fiscales para autos eléctricos e híbridos, ampliación de la red de cargadores públicos, y regulaciones más estrictas sobre emisiones de vehículos antiguos. SEDEMA y la Comisión Ambiental de la Megalópolis trabajan en la renovación de taxis y microbuses, muchos de los cuales aún operan con motores de gasolina altamente contaminantes.

No obstante, los expertos coinciden en que reducir emisiones no depende solo de cambiar de vehículo, sino de reducir la necesidad de desplazarse. Esto implica políticas de planeación urbana que fomenten el desarrollo cercano al transporte público, el teletrabajo y la creación de ciudades más compactas.

Educación y cultura ambiental

Las estrategias técnicas deben ir acompañadas de un cambio cultural. Campañas de educación vial, programas de movilidad activa y proyectos de espacio público buscan fomentar hábitos de transporte más sostenibles: caminar, usar la bicicleta o compartir el automóvil. En ese sentido, Ecobici, el sistema de bicicletas compartidas, ha duplicado su cobertura en los últimos años y se consolida como una alternativa viable para recorridos cortos.

Hacia una capital más limpia y resiliente

El desafío de la CDMX no es menor: equilibrar el crecimiento urbano, la movilidad cotidiana y la urgencia climática. Las acciones emprendidas apuntan en la dirección correcta, pero su éxito dependerá de la continuidad de las políticas, la inversión sostenida y la participación ciudadana.

Si la ciudad logra consolidar su modelo de transporte sustentable, podría convertirse en un ejemplo para América Latina de cómo una metrópoli gigante puede reinventar su movilidad para enfrentar el cambio climático. En esa ruta, cada viaje cuenta: desde el autobús eléctrico que reemplaza al microbús hasta la persona que decide pedalear en lugar de conducir.

Etiquetas: cambio climático, transporte, CDMX, sostenibilidad

por admin

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